sábado, 17 de octubre de 2009

Crónica de un sueño… atrapado

Por Juan Pablo Latosinski

Viernes 11 de Octubre, 21 hs. Gente que se congrega en el Cine Teatro Español. Todos van con un mismo fin: conocer Atrapasueños, el primer trabajo discográfico de La Toba. Bueno, no todos; algunos -como en mi caso- fueron a conocer a La Toba.
21.30 hs. El Cine comienza a llenarse. Impactan al entrar dos pantallas con el logo del grupo y un fondo de nubles que se deslizan aceleradamente. 21.45 hs, el show no comienza. El tiempo libre permite analizar el logo: simple, hasta el punto de evidenciar que su creación no fue manual, sino que fue realizada por algún programa de computadoras, ya que las dos A que lo componen eran idénticas. También llama la atención una estrella roja que se alza sobre el lado izquierdo del nombre del grupo (¿comunistas?).
22:10 hs. Una voz anuncia que en cinco minutos sale el grupo. La muchedumbre se impacienta y empieza a silbar un poco, en reclamo por la espera. Pero dura poco: un joven sale, nervioso, con un papel en la mano. Se enfrenta a la multitud leyendo una prosa en forma de presentación. Luego de algunas pequeñas trabas en la lectura se retira con aplausos… La Toba ya apareció. Dos canciones al hilo con una precisión muy buena. Una escenografía nunca vista en bandas locales: fondo de estrellas de colores que se movían (que finalmente dieron a entender que simbolizaban la esperanza, permitiendo descartar la hipótesis de un movimiento izquierdista).
Las canciones transcurrieron con un recibimiento del público impresionante. Manos casi ardiendo al compás de la música. Llega el primer cierre del telón. La gente mira las pantallas, que hasta el momento habían mostrado a la banda tocando, y ahora daban a luz un video. Ojos anonadados dudan, pero eran ellos. Eran La Toba.
La calidad del video sorprendió hasta a los más escépticos: se vislumbraba una imagen tan nítida que podía ser motivo de envidia de las bandas nacionales más destacadas. Se veía a los músicos interpretando una canción en una especie de galpón oscuro, con imágenes de ellos que iba y venían, en una secuencia de admirable técnica.
Antes de que el público pueda aplaudir el gran trabajo visual del grupo, un presentador, esta vez de imponente y respetable voz, esgrime un pequeño discurso que da pie a la música. La Toba toca, se luce y la gente lo gusta. Otro cierre del telón. Otro video. Esta vez conmueve una hermosa vista de la estación del ferrocarril. ¿El motivo? Una preciosísima canción, escrita por
Mario Dos Santos López, que trata sobre las personas que trabajaron en el mismo durante sus épocas florecientes. Esta vez el público aplaude fervorosamente.
Hasta el momento, la banda llevaba una presentación más ligada al folklore argento y a la chacarera, lo que hacía poner en duda los rumores de que La Toba era algo más que un grupo folklórico. Pero a pesar de las dudas, en el escenario se estaba destacando un músico en especial: de lejos su silueta permitía sospechar que algún hijo perdido de Jaco Pastorius se encargaba del bajo. Y la verdad era esa: el bajista de La Toba se lucía, manteniendo una melodía vertiginosa en temas de línea tradi-cional. Pero lo mejor no había pasado. El baterista –quien también emanaba un talento admirable- dio pie a una especie de sentencia para los señores de la tercera edad: era una marcada de ritmo leve, pero el hecho de que los dos guitarristas abandonasen el escenario era presagio de que algo importante iba a suceder. Tras unos momentos de jazz-rock que ya estaban despeinando a algunos señores y despertaban el instinto adolescente de algunas señoras, el bajo explotó con una técnica de slap magistral y una batería tan rockera, que terminó asesinando y enterrando seis pies bajo tierra el menor rastro de duda de que La Toba era sólo folklore y chacarera.
La banda siguió su show con una canción que traía en su introducción una distorsión en la guitarra que casi convierte en crestas los pocos pelos blancos de ciertos señores. Eso no evitó que todas las canciones sean devotamente aplaudidas, con una sinceridad que pocas veces se ve en Puerto Deseado.
El recital ya estaba cerca de la tranquera, mientras desfilaban canciones hermosas, con voces que realmente daban gusto. Y finalmente se anuncia el último tema: una versión exquisita de Un Pacto Para Vivir, de Bersuit Vergarabat, con final coreado por el público y palmas que al día siguiente seguramente dolerán.
Final emotivo. Doscientas personas aplaudiendo de pie quisieron que salga un bis. Rubia Moreno, con un siku que daba gusto, cerró la mágica velada.
La banda terminó y el público quedó más que satisfecho. La Toba fue un éxito rotundo.



Luego de una muestra tan grande de arte, talento y sincronización, no queda más que reconocer que esta banda tiene un futuro enorme. Pidiendo disculpas a los localistas
–que en el folklore deben ser muchos-, se puede decir que La Toba suena como una banda de afuera. La diferencia es que la tenemos acá, que sus músicos transitan nuestras calles y compran en nuestros negocios, pero arriba del escenario dejaron en claro que son más que nuestros vecinos: son nuestros artistas.
De todas formas, lo que creo oportuno en estos días es no cruzarme con ninguno de los músicos: la entrada me fue cobrada a quince pesos. Creo que los estafé.

1 comentario:

  1. Gracias por tu comentario Juan Pablo.....la verdad , solo un musico puede analizar con cierta profundidad a otros musicos. Espero nuestro grupo La Toba sea para todos sin distincion de edades....es musica...y desde el alma. Un abrazo. Nani

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